Una vida de tedio incitó a Roque Fello a husmear en el Mirador de Barranca, en donde cada sábado tiene lugar el mercado de productos de segunda y tercera mano. Allí los pregoneros de artefactos usados se dan cita cantando sus «precios sin parangón». Roque Fello no falta ningún sábado. Unas veces acude en la mañana; otras, en la noche: sabe que las mercancías varían según avanzan las horas.
El modesto apartamento de Roque Fello va acumulando sus compras sabatinas, desde cachivaches hasta objetos de ingeniosas inventivas. Como asiduo comprador del Mirador, ha engrosado un repertorio de mercadería adquirida que abarca:
-Una revista Selecciones de enero del 89 («perdí un dólar: sus artículos no me supieron como antes»).
-Una caricatura enmarcada de Buda jugando ajedrez con Freud, obra en litografía de autor desconocido, tamaño 17 x 22 pulgadas («le da un aire intelectual-filosófico a la sala»).
-Un poncho mapuche («al menos eso dijo el mercader») tejido con hebras de colores cálidos («no me gusta comprar ropa usada, pero el poncho sí porque eso se usa en los sitios donde la gente no suda»).
-Una novela de Agatha Christie con otra hazaña de Poirot, con apuntes manuscritos en sus márgenes («estoy seguro de que son trazos de veinteañera»).
-Un cd de un concierto de Facundo grabado en vivo, casi intacto («buena inversión»).
-Una mochila-paraguas autografiada por su fabricante («¡muy práctico y original!»).
Con cada cosa comprada, Roque Fello hace una dinámica de imaginación, una especie de ritual de siete preguntas: ¿Qué tanto valor tiene? ¿Fue usada en otro país? ¿Cuántos dueños ha tenido? ¿Quién fue su anterior dueño o dueña? ¿Era una persona limpia? ¿Por cuánto tiempo la usó? ¿Por qué se desprendió de ella?
En este momento Roque Fello está con la chica que cohabita con él desde hace dos noches («5 pies, 6 pulgadas, también la conseguí en el Mirador del Barranco»). En este momento Roque Fello está cavilando con sus siete preguntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario