domingo, 25 de julio de 2010

Declaración terra-pasional

Laura y yo cumplimos dos años. En esta ocasión lo que posteo no es un cuento. Fue escrito 70 noches antes del gran día, con palabras relacionadas con tierra, como una pedida de “sí”.

Un terremoto no remoto en mi esfera siento cada vez que terruño. Hatillo terroso, tu caliza terraqueo y te remonto conmigo, moto mío. Lo humus logrado: ¡Terrícalaura nuestra peña! ¡Orbita de mi arenal! Para que nadie me lo orbe, ¿estratus hacienda mi sismo? Si sedimento y telurico, ¿me quieres dar arcilla?

domingo, 18 de julio de 2010

Inseminación natural

Sólo el Viento lo sabía: el Verde temía envejecer sin reverdecer lo evidente… a la Tierra. El Viento, cuentero de misterios, se detuvo a susurrarle un secreto: el sigilo y el salmo pertenecen… a la Nube: La Tierra quedó encinta cuando la Nube, cual numen de ópera, entonó su canto líquido… para el Verde.

domingo, 11 de julio de 2010

Doblarse y desdoblarse

Además de ser prestidigitador, creador de ilusiones y alegrías, Ludovico era aficionado a contemplar el cielo: pasaba largas horas extasiado, mirando hacia arriba. Esta afición nació al mismo tiempo que su uso de razón. Le fascinaba imaginar qué dibujaban las estrellas alineadas, o qué pretendían las nubes cuando mutaban sus formas, o qué danza sincronizada ensayaban las hojas en sus caídas. Quienes lo conocían afirmaban que, de tanto observar el cielo, Ludovico había visto a Dios, y que hasta jugaban juntos.
Últimamente Ludovico ha añadido el arte del origami entre sus devociones: crear palomas de papel, plegando una simple hoja, le provocaba un gozo embriagante. Se comentaba que él había aprendido el lenguaje del papel: éste le enseñaba hasta dónde podía ser doblado sin ser forzado. Sus plegaduras eran impecables: borde con borde, «sin pasarse de la raya, como la vida misma». Para conseguir la figura deseada, a veces desdoblaba y aprovechaba las marcas de los dobleces pasados para seguir construyendo hacia el futuro. Sin embargo, Ludovico nunca cortaba el papel, alegaba que sería herir la hoja: «Existe el verbo “desdoblar”, pero no “descortar”». Todos quedaban embelesados cada vez que veían cómo este ilusionista, con rápidos dedos, hacía que un viejo papel desechable cobrara vida, transformándose en una avecilla que aletea.
Hoy, cuando entretenía a unos niños, sintió que sus piernas se doblaban por sus rodillas, hasta dejarlo hincado. Luego percibió unas extrañas protuberancias surgir de un pliegue de su propia espalda. Además, sus brazos fueron doblados y dejados en posición para abrazar… Ludovico se dejó doblar… ¿por una gigantesca mano invisible? Fue cuando alzó el vuelo, convertido en un deslumbrante ser alado. Ante las atónitas miradas infantiles, Ludovico sonrió mientras contemplaba el cielo: lo llamaba el Origamista de arriba, creador de ilusiones y alegrías.

martes, 6 de julio de 2010

¿Indecisión?

Multitud camina velozmente, ¿ha habido un pequeño incidente?
¡Cuántos libros colocados en estantes!
Se oye una ambulancia sonando su sirena.
Hombre hojea un tomo de Edgar Allan Poe.
Trenes estacionados, ¿sin daños o con daños?
Joven curiosea en las revistas deportivas.
Dos jefes de estación controlan a pasajeros.
Chica sentada en el suelo disfruta un comic, ¿tendrá 19 años como yo?
Corrijo, no son dos jefes de estación: uno de ellos es el cobrador de vagones.
Cuatro compradores hacen fila para pagar, mi madre es la segunda.
Una pareja se abraza, parece que se quieren.
Señor pelirrojo se dispone a salir.
Altoparlante anuncia salida de tren, parece que todo está bien.
«Espectro autista» es el ejemplar que ella levanta, ¿lo comprará por mí, por el doctor?
Los dos enamorados se dan beso de despedida, hace rato que no se oye la sirena.
«¿Desea una tarjeta del club de lectores?».
Chocolates son anunciados por un vendedor ambulante.
«Por favor, ¿cuál es su nombre?».
Niño pasea con su perro.
El cajero recibe las gracias de mi madre.
Hombre con sombrero está entrando.
Mi madre, bolsa en mano, me mira con expresión impaciente.
Pasajeros apuran sus pasos.
Adentro.
Afuera.
«Pórtate como adulto, perderemos el tren si sigues jugando con la puerta giratoria».