domingo, 28 de noviembre de 2010

Una palabra vale más que mil imágenes

El mendigo de palabras salió con su libreta a encuestar a los contrabandistas de imágenes: «¿Qué imagen te evoca cuando te menciono la palabra “fuego”?». Variadas respuestas: hoguera, fogata, vela, calor, luz, cirio, bombero, combustión, quemadura, incendio...
Siete días pasaron, y el mendigo de palabras volvió a realizar un sondeo entre los traficantes, esta vez con una fotografía: «¿Qué palabra te evoca cuando te muestro esta imagen?». Respuesta unánime: fuego.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Par-odiadores

Desde la cima de la colina grité con todas mis fuerzas. Mi sombra, habituada a mí, no se inmutó con mi voz; pero cuando escuchó mi eco que rebotaba en el valle, quedó prendada de su timbre y su acento: amor a primer oído... Fui padrino de la boda de mi eco y mi sombra. Engendraron tiernos parodiadores míos que, tan pronto crecieron, empezaron a exigirme el pago de pensiones alimenticias. Todavía me resisto a aceptarlo: si pierdo la demanda, me quedaré sin cuerpo y sin voz.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La tinta decolorada

¡Correo de entrega especial de la Presidencia de la República! ¿Escribiéndome? ¡Tiene memoria ese...! (está como incrédula). «Ante todo, permítame saludarla y...». Pero... Jajajaja. ¿Y tanta formalidad? (sigue riendo). «Espero que la sinceridad que nos ha caracterizado...». Bla bla bla... (las carcajadas aumentan). Por supuesto, ¡también apela a la patria! ¿Cómo no? (las risas se han incrementado tanto que brotan lágrimas). Con todo este preámbulo, ¿para dónde me quiere acorralar? (continúa llorando por las risotadas). Ya me lo imaginaba... quiere pedirme que acepte un puesto en el gobierno... (las lágrimas empapan la carta, corriendo toda la tinta). ¿Cuál será el carguito que me ofrece? (el folio mojado hace indescifrable las últimas líneas, ella no para de reír). ¡Ni siquiera puedo leer cuál es el ministerio que me encomienda! ¿Cómo dice esa ley? («a mayor risa, menor legibilidad»). Excelentísimo Señor Presidente de la República... No, mejor así: Querido Guillermo, ¿o prefieres que te llame Bill, como los viejos tiempos? (la risa aún no se detiene). He leído con lágrimas tu sentida carta. Veo que no has cambiado desde el jáiscul... Ay, Guillermo... (toma una esquina de la hoja, como servilleta, para enjugarse las lágrimas). Total... (la imagen de unos ojos secuestra la memoria de ella por un instante). Todo cargo es una carga... (Dirigiéndose a quien está a su lado) Si te portas bien, cuando este papel se seque, te haré una ranita de la suerte.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Pantofobia

Yo soy el miedo. Todos en el pueblo me tenían. Yo no. Mi único miedo era tener miedo de tener miedo. Con lo que me convertí en el más funesto de todos: temía tenerme… y temerme.