En la última era glacial, una elfina muy niña sacudió a su padre: «¡Tengo frío!». Su papá le pidió abrir su mirada aniñada. Así le entró calor a su cuerpecito. Entonces, su padre, aterido, tiritó de frío. Cerró su mirada adulterada. Así guardó calor en su delirio.
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