Nadie se atrevía a contradecir al general. Su palabra y sus acciones eran «batuta y constitución». Esa mañana, su jeepeta estaba parada en la calle, medio a medio, obstruyendo el tránsito. Un pequeño carro intenta continuar su ruta. Rebasa con dificultad la jeepeta, con la mala fortuna de provocarle un pequeño roce en el espejo retrovisor izquierdo.
Las puertas de la jeepeta se abren de inmediato. Se desmonta el general, prepotente, rodeado de tres guardias exhibiendo sus armas largas. Se dirigen al carro chico. Los transeúntes del lugar no presienten nada bueno.
Del pequeño vehículo desciende una señora mayor con movimientos torpes.
«Pero ¿tú no eres Juan Ibarra? ¿No me recuerdas? ¡Juancito! Soy la seño Martínez, tu profe de matemáticas en segundo. ¡Pero cuánto has cambiado! ¡Déjame darte un abrazo, mi muchachito!».
Antes de que los guardias supieran cómo reaccionar, la anciana se tira al general para darle un apretón con sus brazos. El general, abrazado, está perturbado.
«¡Juancito! Te enseñé a multiplicar y dividir… ¿te acuerdas? ¡Y parece que has multiplicado y dividido mucho en esta vida!».
Los guardias intentan intervenir, pero el general permanece callado y aturdido. Deja a la señora en la calle, y se vuelve a montar en su jeepeta. Un guardia, acercándosele, pregunta: «Señor, ¿la llevamos al palacio para ponerle su multa?».
Entonces, el hombre soberbio y temible que aparentaba ser tan desalmado, se siente desarmado. Ocultando la cara con las manos, irrumpe en llanto. Ordena continuar la marcha para alejarse velozmente del lugar.
Título del próximo cuento: LO QUE EMPIEZA MAL...
Se posteará: domingo 7 de junio
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