domingo, 1 de marzo de 2009

El ilusionista

Desde niño incursionó en la prestidigitación. En las fiestas navideñas animaba el ambiente familiar con su show de magia: desaparecía huevos, conejitos de peluche, relojes y cuantos objetos le entregaban. Además dibujaba corazones de papel, el público los rompía y él, por arte de magia, los recomponía.
En la familia, todos sabían que lo suyo era puro ilusionismo: que, aunque el huevo desaparecía, en realidad seguía ahí, oculto, de alguna manera, a la vista.
Con los años, se había convertido en todo un showman: la multitud pagaba para ver cómo era capaz de desaparecer conejos reales y hasta su hermosa asistente. Incluso circulaba en internet un video en donde se veía que él desaparecía la Estatua de la Libertad. Tenía el don de quitar de la vista, con presteza, todo lo que se proponía.
En su última presentación, llegó hasta el extremo. Después de desaparecer sillas, mesas, jirafas, carros, autobuses y hasta personas voluntarias, hizo desaparecer su propio corazón y su propia mente. Finalmente, él mismo se desapareció.
Hoy, algunos piensan que, como lo suyo era puro ilusionismo, en realidad su corazón y su mente, desaparecidos, continúan en sus puestos, sólo que están ocultos, esperando que el mismo ilusionista los recomponga. Pero él no aparece.


Título del próximo cuento: Y SE SENTÓ A ESPERAR
Se posteará: domingo 8 de marzo

2 comentarios:

Laura E. dijo...

Una de dos... o logró perfeccionar el arte del ilusionismo o los expectadores fueron acostumbrandose a dejar de mirar cosas hasta que le dejaron de mirar a él mismo.

Abrazooote Chino! (por dos :D)

Yuan dijo...

O él se ocupaba tanto en las cosas que se olvidó de sí mismo... O por enfocarse tanto en las cosas, él perdió su mente y su corazón y no tiene valor para enfrentar eso... ??
No sé, pero algo le pasó al ilusionista.
Abrazos por tres pa ti, Laura!