domingo, 10 de abril de 2011

Palillos

Sujetado entre cuatro dedos de la diestra, el par arrastraba el arroz desde el cuenco hasta la boca. Uno de los dos se quebró cerca de su extremo puntiagudo. Fue sustituido por otro que también resultó roto. Al siguiente sustituto le sucedió lo mismo. Así unas cuatro veces más: cada palillo nuevo terminaba partido en su primer giro con la yema del índice. Aturdido, el monje se retiró donde su maestro para pedir consejo. «No sustitutos para palillos que se rompen... sino cambiar el palillo que nunca se ha partido», sugirió el anciano. La recomendación del maestro fue acatada por el monje. Al día siguiente todos en el monasterio se sentaron en el suelo, como siempre, para el almuerzo comunitario. Cuando nuestro personaje se dispuso a comer de su tazón de arroz, uno de los palillos nuevos comenzó a rasgarse. A ninguno de los presentes se le ocurrió pensar que no se trataba de cambiar palillos, sino de cambiar uno de los comensales.

2 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Querido Yuan: esta vez creo que mi mente y mis pensamientos occidentales no lograron conectar con la sabiduría oriental...claro que confieso que con las prisas de este trimestre en el trabajo...voy un poco pillada.
Besos!!!

Yuan dijo...

Hola Paloma:
Creo que el "problema" no está en tu mente, sino en mi complicada forma de escribir. Debo ser más sencillo. Jeje.
También me he dado cuenta de que cada relato cobra vida propia y se me escapan de las manos, y a veces ni yo lo entiendo!
Abrazote en medio de tus prisas de trabajo.