domingo, 20 de marzo de 2011

El tiro de gracia

Polvo y lodo es lo que queda de Villa Soledad. Todos los aldeanos la han abandonado, huyendo de la violencia institucional; todos, desde el alcalde hasta el cura. La vieja iglesia de la Virgen de los Dolores aún muestra sus puertas abiertas, acogiendo sólo recuerdos. De vez en cuando la guerrilla pasa a guarecerse adentro. Su comandante es un misterioso hombre barbudo que nunca suelta su fusil ni su libro grueso y gastado.
Ese día, el viento cuaresmal lleva a un agotado pelotón del ejército a rondar por la aldea. Al frente va el coronel, famoso por sus sanguinarias torturas. Emboscada: tres minutos de fuego cruzado. Todos los soldados caen abatidos, sorprendidos por los francotiradores.
Al bajar la polvareda, retorna el silencio. Apenas se oye el gemido del coronel, herido de muerte en las escalinatas del atrio. Suplica: «Por favor, no me dejen morir así, soy católico…». El comandante guerrillero se acerca, se inclina ante el moribundo, diciéndole: «Hoy haré tres favores: un alivio a la patria, un alivio a tu espíritu y un alivio a tu cuerpo». Traza la señal de la cruz: «“Vale por mil un día en tus atrios y prefiero quedarme en el umbral, delante de la casa de mi Dios”. Si quieres morir en gracia, aquí estoy, hijo mío. Ave María purísima…». Sigue un diálogo en susurros, y más tarde… la absolución. Luego de la confesión, un «sacrificio de alabanza», un agudo silbido retumba en la capilla: el tiro de «gracia».

4 comentarios:

Con tinta violeta dijo...

Muy duro el relato. La muerte de alguien a manos de otro...en fin, estamos en un mundo que por desgracia funciona así.
No perdamos la esperanza en que otro mundo llegará y no funcionará según las reglas de éste.
Besos Yuan!

Yuan dijo...

Pues sí, Paloma, tienes razón. Es crudo el relato, como la realidad de muchos lugares de Latinoamérica. Otro mundo es posible! Y empieza aquí en este mundo!
Abrazos!

Laura E. dijo...

Waaao! me transporté al Amazonas, pueblito entre montes, lleno de polvo. Me transporté a las fronteras, cualquiera, la de México y EEUU, la de Israel y Palestina, la de Corea del Norte y del Sur, la de Haití y RD, donde sólo queda la desesperanza y, sin embargo, donde brilla dulcemente la mano de Dios. Como en momentos como el que has escrito, donde la "humanidad" toma otro significado.

Te abrazo!

Yuan dijo...

Laura:
Precisamente acabo de llegar de Ciudad Juárez y crucé la frontera hacia El Paso. Sigo sin entender los muros.
Abrazo!