Sólo el Viento lo sabía: el Verde temía envejecer sin reverdecer lo evidente… a la Tierra. El Viento, cuentero de misterios, se detuvo a susurrarle un secreto: el sigilo y el salmo pertenecen… a la Nube: La Tierra quedó encinta cuando la Nube, cual numen de ópera, entonó su canto líquido… para el Verde.
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