domingo, 26 de abril de 2009

Psiquiátrico urbano

La primera vez que la vi, yo estaba volviendo tarde de mi trabajo. En la esquina de mi casa estaba aquella señora de unos 60 años. Parecía una desquiciada de mirada incierta parloteando a viva voz. De lejos, no distinguía sus palabras. De cerca, daba lástima verla con sus ojos airados lanzando palabras insolentes e impublicables, que herían cualquier oído, menos los de algunos transeúntes que hacían una pausa en su camino para reírse. Ella parecía dirigirse a algún ser invisible que, gracias a su incontrolable imaginación, estaba en la acera de enfrente.
Después de tres noches seguidas, ya me estaba acostumbrando a su vespertina rutina de las 10. Esa noche descubrí un hombre de unos 60 años que, con una ligera sonrisa, la miraba sin pestañear, como si la vigilase. Al final del “discurso” de la loca, él se acercó con mucha delicadeza, y con gestos tiernos la llevó a un carro y se fueron juntos, conduciendo él con su ligera sonrisa.
La escena se repitió por cuatro noches más.
La demente llevaba una semana desahogándose en su acera, gracias a su solícito “marido” (porque ¿quién más podría ser?) que, religiosamente, la llevaba a la calle, la cuidaba con su mirada, y la volvía a su casa.
En medio de ese pertinaz drama de locura, me parecía abnegable y hasta noble, la actitud del esposo; así que me coloqué a su lado para mirarla y, faltando a la prudencia, le pregunté: «Usted la ama mucho, ¿cierto?». El hombre dejó su ligera sonrisa, desvió su mirada desde ella hacia mí, adquirió un aire airado y empezó a lanzarme palabras insolentes e impublicables que herían mi oído. Ella dejó de gritar, desvió su mirada del “invisible” de enfrente hacia su marido, y dibujó una ligera sonrisa.
Cuando el hombre terminó su “discurso” contra mí, ella se acercó con mucha delicadeza, y con gestos tiernos lo llevó a un carro y se fueron juntos, conduciendo ella con su ligera sonrisa, mientras decía: «Sigamos felices en casa. Antes de que nos contagien, vámonos de este manicomio.»


Título del próximo cuento: OBJETO DE ADMIRACIÓN
Se posteará: domingo 3 de mayo

domingo, 19 de abril de 2009

Reciclaje

Aquella madre había descubierto que cada área de su corazón tenía un color diferente: la zona verde, la zona roja, la amarilla, la negra, la blanca, la violeta, la rosada, la gris, la azul…
Aun con tantas tonalidades, su corazón dejaba pasar la luz. Por eso, la tarde que lo destrozaron, ella recogió sus pedazos de corazón, y con ellos creó un vitral para el campanario de la catedral.


Título del próximo cuento: PSIQUIÁTRICO URBANO
Se posteará: domingo 26 de abril

domingo, 12 de abril de 2009

Sudor

Constituido en juez, el procurador lo observaba, convencido de su inocencia. Procuraba distintos argumentos para indultarlo, infructuosamente. Entonces se acordó de un precedente. Ordenó a su ayudante que le trajera agua en un lavamanos de porcelana. Éste le informó preocupado: «Lo sentimos, magistrado, pero no nos queda ninguna gota de agua después de esa sequía tan tenaz.» Fue cuando el rostro del procurador palideció de terror, mirando sus manos. Sudaban copiosamente. Las lavó con su mismo sudor. Afuera, la multitud enardecida seguía vociferando: «¡Inyección letal! ¡Inyección letal!»


Título del próximo cuento: RECICLAJE
Se posteará: domingo 19 de abril

domingo, 5 de abril de 2009

¿Y entonces…?

Pinocho fue acorralado por sus compañeros de curso a la hora de recreo. Querían clarificar sus sospechas para despejar dudas.
«Está bien, les confieso la verdad: cuando miento, se me alarga la nariz… sólo si digo mentiras.»
Pero dicho esto, la nariz de Pinocho empezó a crecer y se hizo muy larga; con lo cual, dejó a sus compañeros aún más confundidos.


Título del próximo cuento: SUDOR
Se posteará: domingo 12 de abril