Constituido en juez, el procurador lo observaba, convencido de su inocencia. Procuraba distintos argumentos para indultarlo, infructuosamente. Entonces se acordó de un precedente. Ordenó a su ayudante que le trajera agua en un lavamanos de porcelana. Éste le informó preocupado: «Lo sentimos, magistrado, pero no nos queda ninguna gota de agua después de esa sequía tan tenaz.» Fue cuando el rostro del procurador palideció de terror, mirando sus manos. Sudaban copiosamente. Las lavó con su mismo sudor. Afuera, la multitud enardecida seguía vociferando: «¡Inyección letal! ¡Inyección letal!»
Título del próximo cuento: RECICLAJE
Se posteará: domingo 19 de abril
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