Érase una vez una grulla que quería aprender el arte milenario de la danza ritual. Para ello, sus amigas le sugirieron una escuela. Se inscribió en ella, y se colocó en la lista de espera, junto con otros alumnos: canguros, águilas, erizos, pulpos, pingüinos, asnos… Después de esperar bastante, se presentó la maestra. Era una vieja tortuga. La grulla se desencantó: «¿Cómo una lenta tortuga me va a enseñar a danzar?».
La maestra pidió a todos, acercarse a su pecho. Arrimados al pecho de la tortuga, pudieron escuchar palpitar su corazón con fuerza por encima del caparazón. Todos visualizaron un corazón danzante. Y la grulla aprendió la única lección: «La música se lleva por dentro».
Título del próximo cuento: EL SACRIFICIO
Se posteará: domingo 4 de octubre
A Jesús de Nazaret, creador de cuentos que no son puros cuentos, sino cuentos puros de Verdad... A Laura, creamos juntos un relato que no es corto, sino hasta que la muerte nos una más.
domingo, 27 de septiembre de 2009
domingo, 20 de septiembre de 2009
Miradas esquivas
La ruta del tren termina en el «suicidadero». En el plano de la ciudad, la última estación figura como El Desfiladero, pero puesto que allí se encuentra el barranco que muchos escogen para terminar su vida, el pueblo la ha nombrado con aquel sombrío sustantivo.
Acomodada en el asiento 11 del tren, Ramona pasea su mirada por la ventanilla (es difícil mirar a los demás pasajeros cuando se es una ficha anónima en medio de rostros impersonales). Sus ojos bajan para leer algo del periódico que sujetan sus manos: noticias habituales sin ningún interés en sus páginas. En un giro rápido, más bien rutinario, Ramona echa un vistazo por dentro del vagón. El hombre del asiento 16 se parece muchísimo a Luis. Lo que parece ser el tallo de una flor sobresale del bolsillo de su chaleco. Tiene el mismo peinado de Luis, sus mismas cejas y orejas, su mentón es idéntico, incluso se viste como él. Ramona juraría que se trata de Luis, si no fuera porque el hombre del asiento 16, aun viendo que Ramona lo mira, no le dirige ningún saludo; más bien parece amenazado por esa mirada, como preguntándose: «¿Y quién será ésta que me mira tanto?».
Ramona aparta su mirada para no incomodar al pasajero del asiento 16. «El parecido es impresionante», piensa ella. «La próxima vez que vea a Luis le diré que vi a su gemelo».
En la penúltima estación, Ramona se baja del tren, dejando en el vagón a apenas tres hombres, entre ellos el pasajero del asiento 16. Éste, en medio de su depresión, se queda preguntando: «¿Por qué no me saludó? Si ella me vio, ¿por qué tenía que disimular que no me había visto? ¿Me devuelvo para encararme con ella, o mejor no? ¿Será que tampoco Ramona quiere saber de mí?». Saca la flor marchita de su bolsillo, y se hunde más en su tristeza. Su mirada se desvía, pero el tren no: continúa su marcha hacia su última estación.
Título del próximo cuento: LECCIÓN DE DANZA
Se posteará: domingo 27 de septiembre
Acomodada en el asiento 11 del tren, Ramona pasea su mirada por la ventanilla (es difícil mirar a los demás pasajeros cuando se es una ficha anónima en medio de rostros impersonales). Sus ojos bajan para leer algo del periódico que sujetan sus manos: noticias habituales sin ningún interés en sus páginas. En un giro rápido, más bien rutinario, Ramona echa un vistazo por dentro del vagón. El hombre del asiento 16 se parece muchísimo a Luis. Lo que parece ser el tallo de una flor sobresale del bolsillo de su chaleco. Tiene el mismo peinado de Luis, sus mismas cejas y orejas, su mentón es idéntico, incluso se viste como él. Ramona juraría que se trata de Luis, si no fuera porque el hombre del asiento 16, aun viendo que Ramona lo mira, no le dirige ningún saludo; más bien parece amenazado por esa mirada, como preguntándose: «¿Y quién será ésta que me mira tanto?».
Ramona aparta su mirada para no incomodar al pasajero del asiento 16. «El parecido es impresionante», piensa ella. «La próxima vez que vea a Luis le diré que vi a su gemelo».
En la penúltima estación, Ramona se baja del tren, dejando en el vagón a apenas tres hombres, entre ellos el pasajero del asiento 16. Éste, en medio de su depresión, se queda preguntando: «¿Por qué no me saludó? Si ella me vio, ¿por qué tenía que disimular que no me había visto? ¿Me devuelvo para encararme con ella, o mejor no? ¿Será que tampoco Ramona quiere saber de mí?». Saca la flor marchita de su bolsillo, y se hunde más en su tristeza. Su mirada se desvía, pero el tren no: continúa su marcha hacia su última estación.
Título del próximo cuento: LECCIÓN DE DANZA
Se posteará: domingo 27 de septiembre
domingo, 13 de septiembre de 2009
Breve y urgente separación
«¡Tiene que ser ya, si no, armaré un escándalo!», sentenció ella con autoridad a la vez que me miraba con ojos suplicantes. Entonces capté la gravedad: sus músculos parecían contraerse en máxima tensión. La situación se estaba saliendo de control, cuando sostuvo: «Ya no puedo ni pensar. No aguanto más. Tengo que dejarte ahora… ¡Adiós!». Casi pude ver la polvareda que levantó cuando salió disparada de mi lado, dejándome solo. Desesperada, se encerró por unos minutos. Cuando volvió a asomarse, me dijo con una sonrisa de alivio: «Listo. Todo se ve tan distinto… después de que se ha meado». Seguimos paseando por el mall.
Título del próximo cuento: MIRADAS ESQUIVAS
Se posteará: domingo 20 de septiembre
Título del próximo cuento: MIRADAS ESQUIVAS
Se posteará: domingo 20 de septiembre
domingo, 6 de septiembre de 2009
La estancia
Adentrándose por el último recoveco del palacio, se introdujo en una extraña sala. Era una alcoba que almacenaba memorias. Había de todos los colores, con variedad de duraciones, dimensiones y hasta sabores: memorias magentas, memorias muertas, memorias memorables, memorias aromáticas, memorias futuristas, memorias saladas, memorias fugaces, sagaces y traviesas… Se exhibían como si rogaran que alguien las poseyera. A ese cuarto acudían los momentos extraviados en desesperada búsqueda de dueños. Allí dio con una foto suya de cuando tenía once años. Vestía una camisa de marinero con un pantalón blanco que hacía juego con su gorro. La imagen la tomó su padre en ocasión de la fiesta de cumpleaños de Dianita, la niña por quien suspiraba en ese tiempo. Ella le había rogado: «Por favor, no faltes a mi fiesta, eres muy importante para este momento de mi vida». La contemplación de la foto evocó remembranzas adormiladas, pero ahora ya no sabe qué está dentro de qué: si él fue parte importante de ese momento o ese momento fue parte importante de él.
Título del próximo cuento: BREVE Y URGENTE SEPARACIÓN
Se posteará: domingo 13 de septiembre
Título del próximo cuento: BREVE Y URGENTE SEPARACIÓN
Se posteará: domingo 13 de septiembre
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