Transparencia, así se llamaba aquella sencilla ciudad. Sus habitantes gustaban de tener casas recubiertas de vidrio. Era tal la confianza, que nadie temía ser visto por otro.
Pero una noche, alguien descubrió que, si cubría el vidrio con una capa de plata, el cristal se convertía en un espejo. Y se impuso una moda: espejos por todas partes. Los transparentanos perdieron la confianza, pues cada quien aseguraba su plata y su imagen. Se afanaban por conseguir capas de plata. Se preocupaban más por sus imágenes que por lo que podrían transparentar. De perder la confianza pasaron a perder el espíritu: descubrieron el espejo y cubrieron el vidrio, encontraron la apariencia y perdieron la transparencia. Construyeron templos de la imagen y levantaron monumentos al espejo. Cuando iban por las calles, todos se ocupaban de mirarse en los cientos de espejos que les rodeaban. Se les atrofió la habilidad de mirar a los otros directamente.
Se crearon compañías aseguradoras de imágenes; se implantaron leyes para las buenas apariencias; se decretó la moda de la ostentación de marcas; se aprobó hasta un nuevo nombre para la ciudad, “más acorde con los requerimientos del marketing”: Espejópolis.
Al recubrirse de espejos, la ciudad se volvió sobre sí misma y ya no trascendía. Por eso, los espejopolitanos caminaban ocupados, distorsionados, confundidos, distraídos, desorientados y tristes…
Al sonar la alarma del despertador, Samuel abrió sus ojos, preocupado. Sólo sintió alivio cuando se dio cuenta de que Espejópolis era únicamente un mal sueño. Se dirigió con pasos pesados al baño, como rutina matinal, y se lavó la cara. De repente, vio su imagen en el espejo, y volvió a preocuparse por el sueño tenido. Se quedó pensativo por un tiempo… Entonces recordó que tenía que apurarse, si no quería llegar tarde a su trabajo como asesor de imagen en esa agencia de modelaje.
Título del próximo cuento: CRISIS DE IDENTIDAD
Se posteará: domingo 7 de diciembre
5 comentarios:
Hola Yuan, me han gustado mucho tus cuentos. Saludos.
Gracias Claudia por tu paso acá y por colocarme en tus blogs. Para mí leer y escribir es un placer, me imagino que para ti también. Nos seguimos leyendo.
Esperando el próximo con ansias... este me recordó a cierta avenida de nuestra ciudad.
Dios ponga en nosotros el deseo de mirar hacia afuera.
Un abrazo!
Laura, nos vamos a quedar bizcos, pues hay que mirar afuera y también adentro... jaja
Veo que tambien te gustan los haikus. Esos fascinantes poemas me inyectaron amor a los microrrelatos.
Gracias por leer y comentar.
Me encantó este cuento..pues "refleja" la realidad de nuestra sociedad...tengo miedo de quedarme bizca...o que un ojo se me gobierne solo..jaja!!
un abrazo
bendiciones!
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