De pequeña, jugaba con su padre al sube y baja; pero no para subir ella o bajar él, sino para quedarse los dos con los pies suspendidos en el aire, guardando el equilibrio. Le encantaba plegar figuras de origami, pues lo que doblaba en un lado, lo repetía en el otro. Cuando dibujaba algo en el colegio, lo hacía con simetría. No había manera de hacerle pintar figuras que no fueran simétricas.
Estudió Economía en la universidad, buscando contribuir a lograr más equilibrio en el mundo: que los bienes se repartieran equitativamente para todos. Se integró a organizaciones no gubernamentales que luchaban por mayor justicia social.
Ingresó al Circo del Coyote como equilibrista. Se dedicó con tesón a buscar el equilibrio, caminando sobre la cuerda floja. Todo lo hacía con maestría: a pesar de tener poca base de sustentación, se mantenía sin caerse.
Poco a poco, fue dejando todo atrás. Se entregó exclusivamente a su profesión de equilibrista. Era alucinante verla sobre la soga con una carretilla o con una bicicleta, incluso cargando personas y objetos pesados. Se hizo la mejor equilibrista del mundo, a costa de muchos sacrificios: horas y horas de entrenamiento.
Sus amigos la soltaron por ausencia de contacto; sus ideales la abandonaron por falta de calor; ella misma se dejó, por no prestarse atención.
Finalmente, agotada, desmontó su cuerda floja y salió del circo… para ser equilibrista.
Título del próximo cuento: DÉJÀ VU
Se posteará: domingo 23 de noviembre
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