Con la señal del inicio del maratón, todos se lanzaron frenéticamente. Los atletas eran literalmente incontables, la larga distancia hacia la meta intimidaba a cualquiera. Sabían que sólo un grupo lograría sobrevivir para llegar: era una competencia de vida o muerte.
Muchísimos se fatigaron… murieron sobre el trayecto. Uno de ellos, hábil, decidido, resistía junto a otros corredores. Finalmente llegaron al objetivo. Aquél que era hábil buscaba urgentemente la manera de entrar, hasta que lo logró, dando fin a aquella carrera. A su alrededor, sobre el camino, yacían todos sus compañeros, arrastrados a la muerte.
Hoy, Félix, veterano de guerra, no recuerda nada de ese acontecimiento. Sólo está muy agradecido de ser llamado a la vida en su cumpleaños número 80. Su familia y sus amigos le han organizado una fiesta especial; pero antes, decide ir al cementerio a visitar a sus amigos idos. Allí, en el camposanto, mira con reverencia las lápidas de los compañeros suyos, llamados a la muerte. Se pregunta por qué le tocó sobrevivir.
Súbitamente, Félix siente un sobrecogimiento, como si hubiera contemplado esa escena en otro momento de su vida, como si un recuerdo vertiginoso, muy lejano, volviera a tocar su memoria. ¿Será algo que sucedió hace aproximadamente 80 años y nueve meses?
Título del próximo cuento: ESPEJÓPOLIS
Se posteará: domingo 30 de noviembre
2 comentarios:
Bueno... la filosofia del "entren tó" ciertamente que no aplica en estos casos. Ahora, talvez por eso es que somos verdaderamente únicos. Casualidad? no creo :)
Dice Benjamín González Buelta, sj:
"Cuando te llamo por tu nombre, no confundes mi acento con ninguna otra criatura en todo el universo. Cuando me llamas por mi nombre, ninguna otra criatura vuelve hacia Ti su rostro en todo el universo."
Somos únicos. Nacimos programados para ser campeones desde nuestra concepción. Gracias, Laura, por ser única.
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