Apenas permanecía un puñado de supervivientes. Atrás quedaron los tiempos en que miles y miles poblaban esa fértil región. En los últimos días, los que sobrevivían podían ser contados con los dedos. Se dedicaban a añorar su glorioso pasado.
No sabían por qué misteriosa razón, a cada uno se le fue contagiando ese extraño síndrome de querer lanzarse al vacío, terminando prematuramente su vida. ¿Depresión contagiosa?
Con el paso del tiempo, cada vez más temprano, uno por uno realizaba su salto mortal, condenando su especie a la irremediable extinción.
Finalmente quedaba uno. Solo. Miró en torno, y se percibió en una ausencia absoluta de compañía. La soledad lo terminó de empujar: caída libre, definitiva, sin retorno. Se tiró en picada. Como si fuera un clavadista profesional, pareció flotar y flotar por el aire, dándose algunas volteretas… hasta descansar eternamente en el suelo.
Con la caída del último, la cabeza de Eliseo quedaba, de manera oficial, totalmente dominada por la alopecia.
Título del próximo cuento: LA EQUILIBRISTA
Se posteará: domingo 16 de noviembre
2 comentarios:
jeje... asi caen las esperanzas en la gente... una a una se van arrojando al vacio de los corazones... y entoces aparece DIos que es vida y las hace renacer :D.
Pobre Eliseo... suerte que en nuestra epoca ya existen los trasplantes.
Un abrazo!
Yo quiero un trasplante de esperanzas! Gracias, Laura. Abrazo!
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