domingo, 26 de septiembre de 2010

Disonancia

Cuando entró al vagón, creí ver mi doble: vestía una camisa azul, como yo; y su pantalón blanco era idéntico al mío. Además, me fijé que traía en su mano un ejemplar de cuentos de Hemingway traducidos al español. ¡Exactamente la misma edición que yo llevaba para leer en el tren! Se sentó a mi frente y él, asombrado, me hizo alguna seña que interpreté como el permiso para una conversación. Empezamos a charlar, y las sorpresas fueron creciendo a la par de la alegría: nacimos en el mismo mes del mismo año; nuestro color favorito era el verde; ambos trabajábamos en bienes raíces; él tenía dos hijas pequeñas, y yo también. Como mi pasatiempo favorito era coleccionar sellos postales, me invitó al club de filatelia del cual él era el presidente. Me contó que profesaba la fe en Godeidad, ¡y le presenté mi tarjeta de evangodeizador! En ese momento nos levantamos para darnos un abrazo de oso: ambos, godeístas, con tantas coincidencias… ¡debía ser una bendición de Godeidad! ¡Coincidir en el mismo vagón, en el mismo minuto, en una ciudad de ocho millones de habitantes!
Con gozo casi incontenible me preguntó sobre mi congregación godeísta. «¡Concilio del Silencio Godeísta Reformado!». Mi respuesta le provocó una mueca que revelaba un cambio en la emoción. «Soy godeísta preteritano... De las Asambleas del Sínodo Ontológico». Dicha esta última frase, se sentó en silencio con suspicacia, mirando el piso. No nos dirigimos ninguna palabra más. Luego lo vi bajarse en Plaza Armonía. Su cara se veía triste… Creo que la mía también. ¿Todavía me aceptará en el club de filatelia?

domingo, 19 de septiembre de 2010

La mente de Socorro

En los últimos días adquirió dimensiones de tragedia: está superpoblada… únicamente por artistas insomnes. Esta criatura hambrienta y enferma no había recibido más que bofetadas. Tenía la loca ocurrencia de querer algo menos injusto, pero recién nacida fue condenada a la soledad: le prohibieron el poder. «Podía desarrollar ciertas habilidades humanas —como el loro que habla algunas palabras—, pero era incapaz de gobernarse a sí misma» porque le habían golpeado los ojos. Los profesores dieron por perdido su examen: más que el voto, podía el veto. A modo de perdón, por haber cometido el delito de la dignidad, muestra la espalda al que la había «salvado»… Esta mujer siempre quiere, y aquel hombre siempre puede… ¿Se alzará la bandera de los libres sobre las ruinas?


Basado en el ensayo «Los pecados de Haití», de Eduardo Galeano.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Nuestra sociedad

Perro que buena sombra se duerme en boca cerrada camarón que ladra oídos sordos le cobija corazón que no siente a palabras necias siembra vientos pocas palabras bastan quien a buen árbol poco aprieta a caballo regalado se arrima cuchillo de palo no mires en casa del herrero a quién recoge tempestades a mal tiempo no se le mira la corriente quien mucho abarca los dientes se lo lleva no muerde a buen entendedor haz bien y buena cara quien Dios lo ayuda a quien madruga no entran moscas.


11 de septiembre. Nueva York. Chile. El mundo. Recordando los acontecimientos con sus personas, posteo esta entrada.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cita secreta

(Usé palabras inventadas para este relato, probando la libertad de escribir)


Como cada día, a las tres de la munina, parriquió las siete cuadras para tronquetarse sigilmente con su amada, la única capaz de pariguar su soledad. La encantriló en su habitual sancón de la calle. Ella con su felicipa, ostenciendo un vestido nuevo, y él con su pasión, manunteándole un pristo de orquídeas... Según la costumbre, él le discursetó su amor; sólo que en esta ocasión no agamancó más, y antes de darle oportunidad para ripalancar su respuesta, se abalanzó sobre ella y le marpilló un luengo beso en sus bembinas. Ella, inmutable, sin parátulo alguno, se quedó tiesa y fría como siempre; pero esta vez el cristal esparcegado disparó la alarma y avispertó al celador del escaparate.