domingo, 29 de mayo de 2011

De abrir y cerrar de ojos

En la última era glacial, una elfina muy niña sacudió a su padre: «¡Tengo frío!». Su papá le pidió abrir su mirada aniñada. Así le entró calor a su cuerpecito. Entonces, su padre, aterido, tiritó de frío. Cerró su mirada adulterada. Así guardó calor en su delirio.

domingo, 22 de mayo de 2011

Trilingüe

¿Recuerdas cómo nos conocimos en la Facultad de Idiomas? Quizás fue por ese exótico rictus en tu sonrisa o el crucifijo naíf colgado en mi cuello... lo cierto es que la confianza mutua no requirió de mucha incubación. Compartimos el deleite por las lenguas, las horas de estudio, los diccionarios, los lápices, los apuntes, las empanadas pedidas a domicilio, los refrescos de uva... Al final del semestre propuse celebrar nuestras excelentes calificaciones. Y tú, saltando los convencionalismos de una sociedad machista, tomaste la iniciativa de sugerir unas vacaciones en Europa los dos juntos, con la excusa de que así practicábamos lo aprendido.
En el primer avión te conté de cómo me había encariñado con mi soledad de 25 años. Tú sólo me enseñabas tu enigmática sonrisa.
Estuvimos bajo el cielo británico. Cuando el Big Ben marcó las 5, tomamos el té ceremonioso, y luego paseamos mano a mano repitiendo una y otra vez nuestra palabra favorita en inglés: «We».
Nuestro segundo destino fue París. En la plaza frente a Notre Dame, con el Sena como testigo, me confesaste tu enamoramiento y, de nuevo por encima de las normas sociales, me propusiste matrimonio. Sobrecogido, te respondí en perfecto francés: «Oui».
Cruzamos los Pirineos y arribamos a Madrid. Aprovechando la multitud en la Puerta del Sol, amparado por el Oso y el Madroño, desaparecí de ti. En buen castellano: «Huí».
A los seis meses conseguí trabajo como camarero en una tasca cerca de Callao en donde frecuentan turistas de habla inglesa y francesa.
Después de 25 años sin saber de ti, mi compañera soledad ya empieza a lastimarme. Lo que más me duele es ignorar si aún muestras tu rictus cada vez que me recuerdas, si es que mantienes memoria de mí...
¿Sabes que la palabra que más me atormenta sigue siendo monosilábica? «¡Uy!».

domingo, 15 de mayo de 2011

Compra-venta

«Disculpe, vengo a venderle un detalle».
«¿Un detalle de qué?».
«Es un detalle independiente: no está supeditado a nada ni a nadie. Un detalle nomás».
«No, gracias».
«Pensé que a usted le agradaban los detalles».
«¿Para qué quiero un detalle de nada ni nadie?».
«Si usted lo adquiere, será suyo, o tal vez prefiera regalárselo a alguien».
«Lo siento; no me interesa».
«En ese caso, ¿le gustaría venderme un instante?».
«¿Un instante de qué?».
«Un instante independiente: un instante nomás».

domingo, 8 de mayo de 2011

Hubo una vez

Con motivo del Día del Niño en Japón y del cumpleaño del pequeño clown, posteo un cuento infantil.

Hubo una vez, hace muchas bisabuelas atrás, en que el sol tiritaba de un inmenso frío, y el hielo vivía sofocado con un calor asfixiante; el viento sentía ganas de vomitar porque se mareaba, y la sombra tenía miedo de la oscuridad; el agua del mar se moría de sed, y el cuento no quería ser leído por nadie. El sol, el hielo, el viento, la sombra, el agua del mar y el cuento decidieron reunirse en la playa Najayo porque el colibrí les había contado que allí habitaba una sabia criatura que podía resolver sus problemas.
Por su temor a la oscuridad, la sombra suplicó que la cita fuera de día. El sol llegó abrigado con siete capas de chaquetas gruesas y tres bufandas tejidas. El hielo llevó su ventilador portátil de alta potencia; pero aun con lo potente que era, no pudo obligar al viento a soplar porque éste estaba verde de sentir náuseas. El agua del mar tenía la lengua fuera, jadeando. Y por supuesto, el cuento llegó a Najayo cerrado y envuelto en plástico.
La sabia criatura, llamada (aquí se coloca el nombre del niño o la niña), acogió a sus seis huéspedes entonando un himno milenario (cada quien pone la melodía) que decía así:

«Si el mono se rasca la peluca
es porque está pensando en maní.
Si el mono se rasca el ombligo
es porque está pensando en mí.
Si el mono se rasca el trasero
es porque está pensando en ti.
Si el mono se rasca el sombrero
es porque está pensando que le pica el sombrero».

La canción provocó unos efectos inesperados:
El sol regaló su frío al hielo, quien a su vez le dio su calor al sol. El viento empezó a bailar alegremente, dando vueltas de acrobacia. La sombra se dio cuenta de que ella misma era hermosamente oscura. El agua del mar se hizo de muchos amigos ríos que generosamente le brindaron sus aguas. Y el cuento... ¡es el que estás leyendo en este momento!

domingo, 1 de mayo de 2011

Alfombra roja

Cada noche suspiraba por desfilar en la alfombra roja, por donde flotaban las estrellas imponiendo sus atuendos de modistos famosos (cuyos nombres omito porque no he pagado por el derecho de mencionarlos en este relato). Cansada de ver que se desmayaban sus oportunidades y sueños, aquel martes, luego de consultar a las otras estrellas, apostó por la decisión: seccionó las venas de sus muñecas. Extendió sus brazos hacia delante, chorreando vida y muerte. Con esa vía enrojecida concibió su pasarela: por fin hizo realidad su desfile fantasioso. Caminó y caminó mirando su destino. Sin llegar a su meta, cumplió su objetivo: se fue de bruces sobre su alfombra roja. No pudo alcanzar su destino porque fue requerida por otro (destino, al fin y al cabo).